lunes, 6 de febrero de 2012

Ejemplo

Es triste ver como países que ni siquiera pueden disfrutar de estabilidad social y económica y que sufren constantemente las consecuencias del hambre, de la pobreza y de las guerras, están (por si con todo eso fuera poco) "predestinados" a sufrir todavía más.
Han sido muchos, pero ahora se trata de Mali, país africano en el que desde el pasado 17 de enero se están produciendo enfrentamientos entre los "touaregs" (nómadas independentistas) y entre el ejército del país. Lo que se traduce a dos palabras: guerra civil.
Pero a lo que quiero hacer referencia con el título no es a esto en concreto, que parece una clase de historia, sino al comportamiento de un deportista malí, europeizado por su profesión.
Se trata del futbolista del FC Barcelona Seydou Keita, que tras marcar el gol de la victoria de su selección en uno de los partidos de la Copa África no saltó de alegría, no fue feliz del todo, sino que lloró.
Lloró como lo hace un niño pequeño y rezó por la vuelta de la paz a Mali. Y sus lágrimas no eran más que el símbolo de tristeza por ver como la gente del país que te vio nacer se mata entre ella, como gente con la que compartes tu ideología, tu cultura, tu color de piel y, obviamente, tu nacionalidad, decide entregar su vida a un "hermano".
Creo que no debería pasarse por alto el ejemplo que demuestra, a pesar de la fama y del dinero. A pesar de tener su vida solucionada y de tener "la cabeza en las nubes" no levanta los pies de la tierra.
Esas lágrimas y ese rezo representan la tristeza y a la vez la esperanza de ese país, de los que quieren la paz y, de alguna manera, de los que en este momento hacen la guerra.
Y la esperanza de ese país representa la esperanza del continente africano y quizás

¿del mundo?




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