miércoles, 8 de febrero de 2012

Volando. Así es

como, sin darnos cuenta, pasa la vida.
Vivamos veinte, vivamos treinta o vivamos setenta años se pasa y se pasará volando. Parece que fue ayer cuando jugabas con tu hermano (dos años mayor que tú) a las granjas, a los playmobil etc. y parece que fue ayer cuando lo más que te preocupaba era que el día no acabara para poder seguir jugando hasta que las fuerzas te dejaran. Y claro, las fuerzas eran inagotables.
Parece que fue ayer ese día en el que cogías la mano de tu madre y te sentías seguro, en el que te escondías debajo de las sábanas y te creías invulnerable, como si de magia se tratara. Parece que fue ayer ese día en el que mirabas al techo de tu dormitorio y veías planetas que se iluminaban en la oscuridad y esos días en los que te levantabas de tu cama para ir a la de tus padres.

Cierto es que parece que fue ayer, pero ha pasado más de un día desde entonces.


Ahora preocupan exámenes, preocupa el futuro, incluso el pasado, preocupa el segundo anterior y posterior, preocupa el presente, preocupa el tiempo y la velocidad a la que pasa, preocupan la noche y el día, el sí y el no, el "siempre" y el "nunca". Preocupan demasiadas cosas, las mismas por las que quizás estábamos "amenazados" desde el día de nuestro nacimiento. Solo que con un pequeño matiz.
La mano de tu madre se desvanece, la sábana que antes te parecía imperturbable deja, de pronto, de protegerte. Las fuerzas empiezan a tener un límite, o, por lo menos, empiezas a ser consciente de ello.
Significa que has crecido, que es el momento de enfrentarse a lo que hay "ahí afuera", ese momento que todo niño espera y desea cuando dice "quiero ser mayor". Cuanto peligro lleva esa frase y cuantas ganas de volver al pasado te pueden llegar a entrar cuando consigues ese deseo.

Todo esto, como siempre, cae "desde mi cielo".

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